La nueva versión del archiconocido sistema operativo de Microsoft, Windows 11, está disponible desde hoy. Es una actualización gratuita para todos los equipos compatibles que ahora utilizan Windows 10 y viene con importantes cambios en el diseño que se centran en hacer el sistema operativo más accesible y visualmente más agradable.
He probado Windows 11 durante los últimos meses en varios equipos y, en general, para la inmensa mayoría de los usuarios, es una actualización recomendable. Hay algunos cambios que obligan a aprender nuevas rutinas pero son pocos, están justificados y a la larga resultan en una experiencia mucho más satisfactoria. Siendo una actualización gratuita, la recomendación es sencilla, aunque aún queden algunos aspectos por pulir.
Antes de nada, un aviso: Windows 11, al igual que Windows 10, es un sistema operativo que va a tener una vida extensa y algunas de las funciones anunciadas hace unos meses no estarán disponibles en esta primera versión.
Es el caso del soporte para aplicaciones de Android. El nuevo sistema operativo de Microsoft va a ser capaz de ejecutar las apps y juegos de los teléfonos, aunque para que todo vaya fluido es posible que algunas tengan que realizar algunos ajustes en la interfaz.
Hasta ahora era posible ejecutar estas aplicaciones, pero sólo mediante herramientas de terceros desarrolladores que había que instalar de forma adicional en Windows 10. Con Windows 11 se podrá hacer de forma nativa, pero la función llegará más adelante.
Hay también cierto aire a versión beta en esta primera versión, con algunas inconsistencias en el diseño de los menús y parte de los elementos gráficos, sobre todo al utilizar el modo oscuro.
Pequeñas funciones prometidas, como el soporte para velocidad de refresco variable, tampoco están todavía bien integradas.
Lo que sí encontrarán quienes instalen hoy el sistema operativo es un nuevo escritorio y lo que más llama la atención es sin duda su nuevo diseño. Se ha hecho hincapié en la simplicidad, se han añadido animaciones a los fondos de pantalla y las transiciones entre menús y apps, se han pulido las tipografías y redondeado las esquinas de las ventanas…
Todos estos elementos consiguen que Windows parezca más moderno y fresco. Y también algo más rápido. Recuerda algo a su rival, macOS, pero tiene una personalidad propia y diferente.
Se adapta estupendamente a todo tipo de máquinas, desde grandes equipos sobremesa hasta tabletas pensadas para ser usadas con los dedos, con botones y áreas activas más grandes (pero que no rompen la armonía visual) en este último caso.
Uno de los cambios evidentes es el de la barra de tareas, que ahora está centrada por defecto. Se puede volver a poner en la parte izquierda si se prefiere, pero la nueva ubicación es mucho más lógica, sobre todo si se usan monitores ultraanchos o varios monitores.
El menú Inicio tiene pequeños cambios. Ya no hay recuadros activos con información dinámica, sino una lista de aplicaciones que se puede configurar para acceso rápido en la mitad superior, y una lista de documentos recientes y aplicaciones recién instaladas en la inferior.
Acostumbrarse a este nuevo menú es lo que más va a costar a los veteranos, porque supone un cambio importante con respecto a la organización que Windows ha usado prácticamente desde Windows 95. No es difícil, pero hay un periodo de aprendizaje y conviene dedicar un tiempo a organizar la lista de aplicaciones ancladas, modificándola para cada caso específico.
Una vez configurada, sin embargo, mi impresión es que permite acceder más rápidamente a lo importante y acaba con mucha información inútil que Windows había introducido casi con calzador en las últimas versiones.
La función de búsqueda se muestra ahora en una ventana independiente, en lugar de tener un campo integrado en la barra de tareas, y hay nuevas funciones de organización rápida de diferentes espacios de trabajo y grupos de ventanas.
Esta es, tal vez, la mayor sorpresa del nuevo sistema operativo. Trabajar con varias aplicaciones a la vez y en varios escritorios diferentes (por ejemplo, uno centrado en el trabajo, otro en creatividad, otro en juegos…) es ahora mucho más agradable.
De entrada, Windows ahora tiene una forma mucho más rápida de organizar varias aplicaciones en una vista a tamaño completo en forma de mosaico. En lugar de tener que redimensionar ventanas de forma manual, es posible organizarlas en diferentes cuadrantes que aprovechan al máximo la superficie disponible.
Windows recuerda estas configuraciones de apps, así que si hay dos o tres aplicaciones con las que trabajamos de forma continua siempre, es fácil abrirlas de forma simultánea en un esquema que resulta familiar de forma inmediata. Para organizar las ventanas en este modo, basta arrastrarlas hasta los bordes del escritorio (o usar el menú contextual en la barra superior de la ventana).
Mejores aún son los cambios a la hora de usar monitores externos. Ahora Windows recuerda exactamente cómo estaban organizadas y el tamaño que tenían las ventanas en el monitor externo cuando se usa un portátil. Si desconectamos el portátil y lo volvemos a conectar, todo vuelve a estar en su sitio.
Gracias a este pequeño cambio se vuelve mucho más sencillo mantener el flujo de trabajo, sobre todo para quienes usan el mismo equipo en casa y la oficina. Tan sólo hay que tener en cuenta que hay algunas acciones que pueden afectar a esta función. Si cerramos una aplicación, por ejemplo, no se ejecuta automáticamente de nuevo al conectar el monitor.
El sistema operativo tiene ahora también mejor reconocimiento de gestos en el trackpad, permitiendo cambiar de aplicaciones deslizando tres dedos o de escritorios con cuatro, y un soporte para transcripción del habla en tiempo real que funciona bastante bien.
A la lista de novedades hay que sumar también los widgets, pequeñas aplicaciones interactivas en un panel que se desliza desde la izquierda.
Son similares a los que se encuentran en otras plataformas, desde macOS a Android. Nada nuevo aquí. En Windows 11 funcionan como se espera, pero es tal vez uno de los aspectos menos cuidados en esta primera versión de Windows 11. No hay una gran variedad y parecen estar centrados en promover aplicaciones y servicios de Microsoft.
Hablando de servicios propios, Windows 11 le dice adiós a Skype como aplicación predeterminada. La pandemia ha coronado a Teams como la reina de las aplicaciones de mensajería, videollamada y colaboración de la empresa y ahora tiene un papel central en el sistema operativo. Se puede desinstalar y sustituir por Skype u otras herramientas, claro, pero por defecto será el software preferido por el sistema para tareas de comunicación.
PARA JUGONES
Uno de los principales beneficiados de la nueva versión serán los jugadores. Windows 11 incluye varias novedades para mejorar la experiencia de juego, como soporte para AutoHDR, que automáticamente da a los juegos un mayor rango dinámico incluso si no están preparados para ello.
El sistema ahora carga también la información que necesita la tarjeta gráfica directamente, sin pasar por el procesador, lo que aumentará el rendimiento y rebaja los tiempos de carga en muchos juegos. Hablo en futuro porque al igual que el soporte de apps de Android esta es una función que llegará en futuras actualizaciones.
Por último, Microsoft ha unificado las múltiples apps que usaba Xbox en una única interfaz con acceso al servicio de suscripción GamePass y la tienda de juegos de Xbox.
Cabe destacar que en Windows 11 Microsoft abrirá la tienda oficial de aplicaciones a otros vendedores. Esto quiere decir, por ejemplo, que la app de la tienda de Windows también servirá por ejemplo, para comprar juegos a través de la Epic Store o, potencialmente (si Valve, el desarrollador, así lo quiere) Steam.
¿Convencido? Bueno, pues las especificaciones mínimas para ejecutar Windows 11 son un procesador de 64 bits de al menos 1 Ghz (Intel de 8ª generación o AMD Zen 2), 4 GB de RAM y 64 GB de espacio en el disco duro.
Pero no todos los equipos con estas características van a ser compatibles. Tienen que tener también compatibilidad con la tecnología Trusted Platform Module 2.0 (TPM) y otra serie de requisitos que dejan fuera a algunas máquinas que en principio sí cumplen con las cifras.
Lo mejor es utilizar la app oficial de diagnóstico que ha creado Microsoft para garantizar la compatibilidad. En algunos PC que no superan la prueba es posible forzar la instalación, pero no recomendable.
Por último, Microsoft exige tener una conexión a Internet activa y una cuenta de Microsoft para instalar Windows 11 en la versión doméstica más común, Windows 11 Home. La cuenta es gratuita pero es la primera vez que es obligatoria introducirla como parte del proceso de instalación.
En la versión Windows 11 Pro, pensada para entornos corporativos y profesionales, aún es posible instalar el sistema sin tener una cuenta de Microsoft.