Este lunes se cumplió el primer día de la huelga nacional convocada en Haití como señal de protesta contra la inseguridad y violencia que se vive en la isla.
Si bien Haití viene sufriendo desde hace años de una creciente inseguridad, la “gota que derramó el vaso” fue el secuestro de 17 misioneros cristianos estadounidenses y sus familias, los cuales fueron plagiados por una banda criminal.
“Han pasado meses desde que pedimos ayuda, y como no hemos tenido seguridad contra los secuestros pedimos a la población que suspenda toda actividad”, dijo Changeux Mehu, presidente de la Asociación de Propietarios y Conductores.
“Los bandidos han ido muy lejos. Secuestran, violan mujeres. Hacen lo que quieren”, dijo.
Lanzado la semana pasada por grupos empresariales y profesionales de Puerto Príncipe, capital de Haití, el llamado a la huelga ganó resonancia el sábado tras el secuestro de los estadounidenses.
Los misioneros viajaban en vehículo el sábado a Titanyen, al norte de la capital, Puerto Príncipe, después de visitar un orfanato en el área de Croix des Bouquets. Fueron secuestrados a lo largo de la ruta entre los dos lugares y se cree que entre ellos hay tres menores de edad.
Los misioneros y familiares secuestrados pertenecen a un grupo de ayuda cristiana con sede en Ohio, llamado Christian Aid Ministries. El grupo emitió una “alerta de oración” en la que confirmaba que “hombres, mujeres y niños” estaban retenidos por una banda armada, informa por su parte The Washington Post.
“El director de campo de la misión y la Embajada estadounidense están trabajando para ver qué se puede hacer”, según la alerta del grupo. “Recemos para que los pandilleros alcancen el arrepentimiento y la fe en Jesucristo”, añade el mensaje.
Uno de los misioneros secuestrados, un ciudadano estadounidense, también habría publicado una petición de ayuda a través de un mensaje de WhatsApp en pleno secuestro, según fuentes próximas al incidente al Post.
Hace unos días, la administración estadounidense anunció que destinará 15 millones de dólares con el fin de “ayudar a reducir la violencia” en Haití y garantizar la aplicación de la Ley.
En agosto, Estados Unidos urgió a sus ciudadanos a no viajar a Haití debido a los secuestros y problemas políticos.
El Departamento de Estado no ha dado detalles sobre la búsqueda de los secuestrados, pero el sábado dijo que la seguridad de los estadounidenses en el exterior “es una de sus principales prioridades”.
Las bandas criminales se hacen con el día a día de Haití
Durante mucho tiempo, aisladas en barrios marginales, las bandas criminales han ido extendiendo sus tentáculos por todo Haití y los casi tres millones de habitantes de Puerto Príncipe se han visto obligados a adaptar su vida cotidiana a esta realidad, temerosos de convertirse en la próxima víctima.
“Las bandas son hoy amos y señores del país”, advierte Gédéon Jean, director del Centro de Análisis e Investigación en Derechos Humanos, con sede en la capital haitiana.
La organización constata un aumento alarmante de los secuestros en Haití. En los tres primeros trimestres de 2021 se registraron más de 600 casos, frente a los 231 en el mismo periodo de 2020.
El secuestro de pastores y feligreses en octubre, algunos en medio de misas dominicales, por parte de pandilleros que a veces actúan a cara descubierta, demuestra que en ningún sitio se está a salvo.
“Ningún lugar es seguro: cualquier cosa puede pasar en cualquier sitio”, dice Daphne Bourgoin.
A sus 42 años, esta gerente de una empresa textil ha visto cómo su vida y la de su familia han cambiado radicalmente ante el auge de las bandas.
Ella, su marido y sus dos hijos tuvieron que abandonar su casa debido al aumento de la delincuencia en un barrio pobre que cruzaba a diario para llegar al trabajo.
“Cruzar Martissant todos los días ya no era seguro”, recuerda Daphne. “Teníamos que alquilar una casa y eso no entraba en nuestro presupuesto ni en nuestra vida”.